*Relato de Celina Giorgio, docente de la Ing. en Mecatrónica de la FCAL

Los hay de Misiones, de Corrientes, de Chaco, dos colombianos y un “chaparrito” mexicano, también están los locales, y los de otras partes de nuestra Provincia de Entre Ríos. Nuestra Facultad se ha convertido en un destino alcanzable y eso llena de alegría. 95 jóvenes de diferentes lugares, con inquietudes y expectativas muy diferentes, ingresaron a la Ingeniería en Mecatrónica 2019.

Una de las primeras actividades fue la visita al Museo de Antropología y Ciencias Naturales de Concordia. Estudiantes del siglo XXI estuvieron pendientes de sus interlocutoras, por más de una hora y media, escuchándolas con atención. Recorrieron las salas de los Pueblos Originarios, descubrieron los primeros pobladores de nuestra Región, los meteoritos que se exhiben causaron sorpresa, se tomó contacto con la geología de nuestra tierra y por fin, los descubrieron con la inocencia del niño que llevamos dentro: animales prehistóricos en calcos y en sus fósiles originales.

Visitar un museo es ese retorno a la sorpresa, es calcular el tamaño gigante de la vértebra de la ballena que se parece a un tambor aborigen, es volver a sonreír abrazado al Megaterio –o perezoso- para la selfie con un amigo, es volver a asombrarse por el filo punzante de los colmillos de un tigre ‘dientes de sable’ o Smilodon que agazapado nos esperaba en el ángulo norte. Visitar un museo es recrear una historia que nos han contado pero que ahí, es palpable. Visitar un museo es creer que la evolución de cada una de las especies fue fruto de la adaptación al medio, y nuestra especie fue aquella que además supo ser la más ingeniosa.

En palabras de Celina: “por eso mis estudiantes visitan un museo: queremos rescatar la etimología del ingeniero, aquel que tiene el in-genio, el genio-dentro, para crear una herramienta/un recurso/ un servicio que ya no solo nos permita vivir en este medio, sino sobre todo, preservar este mundo y las relaciones que en él establecemos”.